miércoles, 15 de septiembre de 2010

Antonio Berni

Berni es, quizás, el pintor argentino que más cruda e irónicamente mostró la realidad social de su época, un tiempo en el que la pobreza y la miseria fueron su tema principal, esa realidad que se encargó de denunciar hasta su muerte. Sus obras son una verdadera crónica de la vida política y social argentina, al tiempo que constituyen parte del intento del autor de crear conciencia de la vida de los sectores marginados. Corría la década del 40 y el pintor ya había experimentado el realismo, el impresionismo, y el surrealismo.
Su paso por Europa lo llevó a tomar contacto con los más importantes movimientos plásticos, estudió en los talleres de André Lhote y Othon Friesz, se inició en el grabado de la mano de Max Jacob, conoció el surrealismo de Salvador Dalí, Paul Eluard, Luis Buñuel, Louis Aragon, para luego impulsarlo en América Latina. Sin embargo, el contexto político y cultural europeo de los años ’20 y ’30 crean en Berni una nueva concepción del rol del artista como actor social.
“Juanito”, uno de sus personajes mas significativos, nació en Villa Cartón, allí trabaja juntando basura, recorre los chatarreríos, se baña junto a su perro en los charcos que se forman al costado de los basurales, juega a la bolita, remonta su barrilete, pesca, aprende a leer. Ramona llegó desde el interior en busca de un mejor porvenir. Fue sirvienta, obrera, prostituta y hasta tuvo un amante. Sin embargo, tanto Juanito como Ramona nunca dejaron de soñar con una vida más digna. Juanito Laguna y Ramona Montiel conforman dos arquetipos de los tantos pobres que tomó Antonio Berni de sus recorridas por las calles de Buenos Aires para llevar a cabo su proyecto cultural y político de reivindicación del oprimido.
La obra "Manifestación", está ambientada, justamente en la gran depresión del 30, el comienzo del nazismo, la crisis capitalista y habla del descontento social, pertenece al realismo social, y muestra la cotidianeidad del trabajador unido que pide por trabajo y pan con ansiedad pero no con odio en sus ojos.



De Facio, Cristian